MANEJO DE CRISIS

Imagina que organizas una parrillada en casa para tus amigos. Todo está listo: la carne chisporrotea en la parrilla, las papas están dorándose en el horno, y hasta preparaste una salsa especial que lleva tu nombre. De repente, alguien grita desde el patio: “¡Se prendió fuego el mantel!”. En ese momento, tienes dos opciones: o corres por el extinguidor y calmas la situación con gracia y rapidez, o te quedas paralizado viendo cómo las llamas devoran no solo el mantel, sino también tu reputación como anfitrión estrella. Ahora, traslada esa escena al mundo empresarial: una crisis de reputación es como ese mantel en llamas, y cómo lo manejes determinará si tus invitados (o clientes) te siguen aplaudiendo o si terminan pidiéndole delivery a la competencia.

Hoy te voy a contar la historia de “Pollo Loco”, una cadena de comida rápida ficticia (pero sospechosamente familiar) que se enfrentó a su propio incendio reputacional. A través de esta anécdota, con un toque de humor y un puñado de lecciones cotidianas, vamos a desmenuzar por qué el manejo de crisis es tan crucial para una marca y cómo puede ser la diferencia entre salir fortalecido o terminar como el chiste del barrio.

Érase una vez una cadena de restaurantes llamada Pollo Loco, conocida por sus pollos jugosos y una salsa picante que hacía que hasta los más valientes pidieran agua con lágrimas en los ojos. Todo iba bien: los clientes hacían fila, las reseñas en redes sociales eran de cinco estrellas, y hasta habían sacado un eslogan pegajoso: “¡Con Pollo Loco, el sabor te vuelve loco!”. Pero un día, como pasa en las mejores familias, algo salió mal. Muy mal.

Resulta que un cliente encontró un pelo en su salsa. No era un pelo cualquiera, no: era largo, rizado y parecía gritar “¡No pertenezco aquí!”. El tipo, indignado, sacó una foto y la subió a Twitter con el mensaje: “Gracias, Pollo Loco, por el ingrediente extra. ¿Esto viene con el combo?”. En cuestión de horas, la publicación se viralizó. Otros clientes comenzaron a compartir sus propias historias: “A mí me tocaron papas crudas”, “Mi pollo parecía un zapato viejo”, y hasta apareció un meme con un pollo corriendo y el texto “Cuando Pollo Loco te sirve cualquier cosa”.

Si esto fuera una parrillada en casa, sería como si alguien encontrara una cucaracha paseándose por la ensalada. ¿Qué harías tú? Probablemente te disculparías, retirarías el plato y ofrecerías algo para compensar, ¿verdad? Bueno, Pollo Loco no pensó así. En lugar de apagar el fuego, echaron más leña.

La respuesta oficial de la empresa fue un comunicado seco y sin alma: “Lamentamos que algunos clientes hayan tenido una experiencia insatisfactoria. Estamos investigando el incidente”. Fin. Ni una disculpa sentida, ni un toque de humor, ni una solución. Para colmo, cuando alguien preguntó en redes sociales si iban a hacer algo al respecto, el community manager respondió: “Si no te gusta, come en otro lado”. ¡Ay, Pollo Loco! Fue como si, en medio del incendio del mantel, el anfitrión dijera: “Si no les gusta el humo, váyanse a la calle”.

Lo que empezó como un pelo en la salsa se convirtió en un huracán categoría 5. Los clientes indignados lanzaron una campaña con el hashtag #PolloLocoNoMeVuelveLoco, influencers aprovecharon para subirse al tren de la crítica, y hasta un programa de televisión local hizo un segmento titulado “¿Qué pasa con Pollo Loco?”. Las ventas cayeron un 30% en una semana, y las acciones de la empresa (sí, eran una cadena grande) se desplomaron como si alguien hubiera gritado “¡fuego!” en una sala de cine llena.

¿Por qué se descontroló tanto? Porque Pollo Loco olvidó una regla básica del manejo de crisis: en el mundo actual, donde todos tienen un megáfono en forma de celular, no puedes ignorar el problema ni actuar como si no fuera gran cosa. Es como si en la parrillada alguien dijera: “Tranquilos, el mantel siempre estuvo así de chamuscado”. Nadie te cree, y todos se van con hambre y una mala historia que contar.

El manejo de crisis no se trata solo de apagar el fuego inmediato, sino de entender por qué el fuego importa. En este caso, no era solo un pelo en la salsa; era lo que representaba: una traición a la confianza de los clientes. La gente no va a Pollo Loco por nutrición de alta gama; va por el sabor, la experiencia, la promesa de ese eslogan pegajoso. Cuando fallas en algo tan básico, no solo pierdes una venta, pierdes credibilidad. Y la credibilidad, amigos míos, es más difícil de recuperar que un pollo quemado.

Ahora, rebobinemos la cinta y veamos cómo Pollo Loco podría haber salvado el día. Aquí van algunas lecciones prácticas, explicadas con la simplicidad de quien organiza una reunión en casa:

1.   Reconoce el problema rápido y con humildad: Si el mantel se prende fuego, no te quedas mirando mientras los invitados gritan. Corres por el extinguidor y dices: “¡Ups, qué desastre! Ya lo arreglo”. Pollo Loco debió haber respondido en redes algo como: “¡Qué horror ese pelo! Nos equivocamos feo y lo sentimos mucho. Estamos revisando todo para que no vuelva a pasar”. La humildad conecta; la arrogancia aleja.

2.   Toma acción visible: En la parrillada, no basta con apagar el fuego; hay que cambiar el mantel y seguir sirviendo comida rica. Pollo Loco pudo haber anunciado medidas concretas: “Estamos entrenando de nuevo a nuestro equipo y revisando cada cocina. Además, si vienes esta semana, te damos salsa extra gratis como disculpa”. Mostrar que haces algo tangible le dice al cliente: “Nos importa tu opinión”.

3.   Usa el humor como aliado: Si manejas una crisis con un guiño y una sonrisa, puedes desarmar la tensión. Imagina un tuit de Pollo Loco: “Confirmado: el pelo no es parte de nuestra receta secreta. Prometemos más sabor y menos sorpresas”. La gente ama a las marcas que no se toman tan en serio y saben reírse de sí mismas.

4.   Escucha y dialoga: En casa, si un amigo te dice que la carne está cruda, no le contestas “Entonces no comas”. Le preguntas cómo le gusta y la cocinas mejor. Pollo Loco pudo haber abierto un canal para que los clientes contaran sus experiencias y sentirse escuchados, en vez de espantarlos con respuestas cortantes.

Aquí está el meollo del asunto: el manejo de crisis no es solo un manual de pasos técnicos; es un reflejo de tus valores como marca. ¿Por qué importa tanto? Porque los clientes no solo compran tu producto; compran la historia que les vendes. Pollo Loco no era solo pollo; era una promesa de diversión y sabor. Cuando esa promesa se rompe, no es suficiente con un parche; hay que reconstruir la confianza desde cero.

Piénsalo en términos de relaciones humanas: si le fallas a un amigo y te disculpas a medias, ese amigo no vuelve a tu casa tan fácil. Pero si le demuestras con hechos que te importa, hasta podría contarle a otros lo buen anfitrión que eres. Las marcas funcionan igual. Una crisis bien manejada puede convertir un desastre en una oportunidad para brillar.

Tomemos un ejemplo real: en 2010, Domino’s Pizza enfrentó una crisis cuando un video mostró a empleados haciendo cosas asquerosas con la comida. En vez de esconderse, el CEO grabó un video diciendo: “Esto no nos representa. Estamos avergonzados y vamos a mejorar todo”. Lanzaron una campaña de transparencia, mejoraron recetas y hasta pidieron feedback público. Resultado: no solo sobrevivieron, sino que hoy son un referente. Eso es apagar el fuego y luego invitar a todos a la próxima parrillada con mantel nuevo.

Volvamos a nuestra historia. Después de meses de ventas bajas y memes crueles, Pollo Loco finalmente intentó un cambio. Sacaron un comercial donde el gerente pedía perdón con un pollo en la mano y prometía “sabor sin sorpresas”. Pero ya era tarde: la confianza se había esfumado como el humo de un asado mal hecho. La lección quedó clara: una crisis no te hunde por lo que pasa, sino por cómo lo manejas.

Así que la próxima vez que organices una parrillada —o dirijas una empresa—, recuerda a Pollo Loco. Un mantel en llamas no es el fin del mundo, pero quedarte mirando mientras arde sí puede serlo. El manejo de crisis es tu extinguidor: úsalo bien, y no solo salvarás el día, sino que podrías ganarte un aplauso extra. Y quién sabe, tal vez hasta un bono adicional.