LA FALTA DE INNOVACIÓN DAÑA LA RELEVANCIA

En un pequeño pueblo con nombre de novela del siglo XIX —San Bartolomé del Arroyo, aunque todos le decían “San Bar” para no morir de aburrimiento pronunciando el resto—, había un negocio que alguna vez fue la joya del lugar: Electro Roque.

Fundado en 1981 por Don Roque Fernández, un hombre de bigote tupido, camisa siempre abierta un botón más de lo socialmente aceptable y con un mullet digno de homenaje, Electro Roque era sinónimo de modernidad. En los 80, si alguien necesitaba una videocasetera, un televisor con perilla o una licuadora que pareciera salida del set de “Volver al Futuro”, Roque era el tipo.

Pero como dicen las abuelas sabias: “el que no se actualiza, se estanca, y el que se estanca... termina ofreciendo DVDs cuando ya nadie tiene dónde meterlos”.

 

Roque era una celebridad local. Su tienda tenía luces de neón, alfombra roja (literal), y una pantalla gigante que reproducía sin parar conciertos de Queen, Bon Jovi y Menudo, dependiendo del humor del día.

Tenía promociones como “Llévate tu tostadora y participa por un viaje a Mar del Plata”, “Comprá dos walkmans, ¡y te regalamos un cassette de Yuri!” y su famoso “Viernes retro”, donde se vestía como Michael Jackson (guante incluido) y atendía en persona.

Era un showman. Un visionario. Un ídolo… de la década equivocada.

 

Pasaron los 90, luego los 2000, y Don Roque seguía fiel a su estilo. La tienda no cambió ni el cartel (que seguía diciendo “NUEVA TECNOLOGÍA HOY: COMBO VHS+REBOBINADOR”), ni la decoración, ni el catálogo.

Mientras el mundo ya hablaba de compras online, inteligencia artificial y televisores que parecen ventanas, Electro Roque seguía vendiendo antenas extensibles y pilas para controles remotos que ya no existían. Su única inversión tecnológica en 20 años fue comprar un módem para “chequear su email en Hotmail”, que revisaba una vez por mes.

 

Y aquí viene la metáfora que necesitas recordar para el resto de tu vida empresarial: una marca es como un peinado.

Al principio, el mullet puede parecer audaz, divertido, incluso icónico. Pero si te lo dejás demasiado tiempo, un día te levantás, te mirás al espejo, y te das cuenta de que lo que una vez fue estilo… ahora es un meme.

Eso le pasó a Electro Roque.

Un día, llegó al pueblo una nueva tienda: TecnoFlash. Sin alfombra roja, sin guante de Michael Jackson, pero con WiFi, pagos por QR y auriculares Bluetooth que parecían salidos de la NASA. En una semana, los jóvenes dejaron de pasar por Electro Roque. En un mes, también los adultos. Y en tres, ni la señora que iba todos los martes a mirar “cómo anda Roque” apareció.

Don Roque, en su terquedad, no entendía. “¿Pero qué tiene esa tienda que no tenga la mía? ¡Si yo tengo reproductores de MiniDisc!” gritaba, desconcertado, mientras actualizaba su cartel a mano: “SÚPER OFERTA: TELEVISOR 21'' CON VHS INTEGRADO”.

 

La gota que rebalsó el termo fue una reseña en redes sociales. Una chica subió una historia mostrando el interior de Electro Roque con la frase: “Entré a Stranger Things versión Paraguay”. Se volvió viral. Lo que podría haber sido una oportunidad para reírse de sí mismo y hacer un relanzamiento “retro chic”, Roque lo tomó como una ofensa personal.

Respondió desde su cuenta de Facebook (abierta en 2009, con una sola foto de perfil):

“Ustedes no saben lo que es la verdadera tecnología. En mis tiempos los equipos eran de calidad y no esos celulares que se rompen con mirarlos. Vayan a escuchar reguetón, inútiles”.

Ese post fue compartido más que la receta del tereré con mango. Y no por las razones correctas.

¿Qué hizo mal Roque?

Todo.

·         No actualizó su producto.

·         No escuchó al mercado.

·         No gestionó la crítica con inteligencia emocional.

·         No entendió que una marca no es solo lo que vendés, sino cómo reaccionás cuando te ponen en jaque.

Y sobre todo, no se cortó el maldito mullet.

 

La historia de Roque es simpática porque todos conocemos un “Roque” en nuestra vida. Pero también es un espejo. ¿Cuántas marcas, empresas e incluso profesionales siguen atados a lo que fue exitoso sin preguntarse si sigue siéndolo hoy?

El manejo de crisis de reputación no es solo apagar incendios. Es tener extintores antes de que empiece el fuego. Es anticiparse. Es reconocer que a veces, reírse de uno mismo, pedir disculpas a tiempo o cambiar de rumbo puede ser la diferencia entre reinventarse... o convertirse en la “tienda de lo retro que se quedó atrapada en el tiempo”.

Porque toda marca, como todo corte de pelo, necesita de vez en cuando una buena renovación.

 

¿QUÉ DEBERIA HABER HECHO ROQUE?

 

1.   Actualizar su oferta: no se trata de vender drones, pero al menos saber qué es un Bluetooth hubiera ayudado.

2.   Escuchar a su audiencia: las redes sociales pueden ser una bendición si las usás para conectarte, no para pelear.

3.   Tomarse con humor el cambio: la burla viral podría haber sido una oportunidad de oro para relanzarse como “la tienda retro más cool del país”.

4.   Modernizar la experiencia: sin perder su esencia, podría haber incluido toques actuales: combos nostálgicos, asesorías vintage, ventas online con estilo.

Pero para eso, primero tenía que aceptar que el pasado no se puede vender como futuro.

Querido lector, si alguna vez estás al frente de una marca —sea grande, pequeña, digital o física— y te preguntás si hace falta renovarte, hacé este test mental:

¿Tu marca se siente como un peinado moderno o como un mullet con laca del 85?

Si es lo segundo, no esperes a que te lo digan en una historia viral.
Cambiá antes de que el mundo cambie por vos.

Porque lo único peor que ser irrelevante, es ni siquiera darte cuenta de que ya lo sos.


Nota del autor: Esta historia es ficticia. Cualquier parecido con marcas reales, mullets persistentes o tiendas atrapadas en el tiempo, es pura coincidencia… o tal vez una amable advertencia. 😄