INVERSIÓN INTELIGENTE

Lecciones sobre conocer a tu público objetivo


Todo comenzó con una llamada llena de entusiasmo de nuestro jefe de marketing. Habíamos decidido hacer una inversión considerable en publicidad para dar a conocer un nuevo producto. Después de semanas de debate sobre cuál sería el mejor canal para invertir nuestro presupuesto, alguien sugirió, con mucha convicción, que debíamos dirigir nuestros esfuerzos a las redes sociales, específicamente a TikTok. La razón parecía clara: es la plataforma de moda, todo el mundo está allí, es donde los videos se hacen virales en cuestión de minutos. ¡Era la opción perfecta! Al menos, eso creíamos.

Confiando en esta brillante idea, asignamos una buena parte de nuestro presupuesto al marketing en TikTok. Estábamos seguros de que nuestra campaña iba a arrasar. Contratamos a un par de influencers para que promocionaran el producto, les dimos libertad creativa y esperamos que la magia sucediera. ¿El resultado? Un desastre absoluto. Las vistas de los videos fueron escasas, las interacciones casi nulas y, lo peor de todo, nuestras ventas no se movieron ni un centímetro. Nos quedamos rascándonos la cabeza, preguntándonos cómo algo tan “garantizado” había salido tan mal.

Recuerdo perfectamente esa sensación de incredulidad. Nos sentíamos como aquellos chefs que, después de seguir una receta famosa al pie de la letra, descubren que el pastel se hunde en el centro al sacarlo del horno. Estábamos convencidos de que habíamos hecho todo bien, pero el problema no estaba en los ingredientes, sino en que habíamos elegido la receta equivocada desde el principio. ¿Por qué? Porque no conocíamos realmente a nuestro público objetivo.

Y aquí es donde todo se puso interesante. En lugar de echarle la culpa a TikTok, decidimos dar un paso atrás y hacer algo que, honestamente, debimos haber hecho antes de lanzar la campaña: investigar quiénes eran realmente nuestros clientes. Cuando comenzamos a analizar a fondo los datos, descubrimos algo sorprendente, aunque en retrospectiva parecía obvio: la mayoría de nuestros clientes no pasaban horas en TikTok viendo videos virales de bailes o desafíos. ¡Nuestro público estaba en LinkedIn y en YouTube! Se trataba de profesionales y pequeños empresarios, personas que valoraban la información detallada y los tutoriales, no los videos cortos y de entretenimiento.

Fue una lección tan clara como dolorosa. Invertimos en un canal que, aunque popular, no era el correcto para nuestra audiencia. Habíamos tratado de encajar en una tendencia sin pensar en si tenía sentido para nuestro producto y, sobre todo, para las personas a las que queríamos llegar.

Es como intentar venderle juguetes a un grupo de jubilados o promover una línea de vinos caros en un campamento infantil. Claro, podrías tener la mejor campaña de marketing del mundo, pero si el público no está alineado con lo que ofreces, será un completo fracaso.

Nos dimos cuenta de que, al igual que en la vida cotidiana, conocer a tu público es crucial. Me recordó una vez que traté de sorprender a un amigo con un regalo de cumpleaños: me esmeré en comprarle una camiseta de su equipo de fútbol favorito, solo para enterarme después de que había dejado de seguir ese deporte hacía años. A pesar de mi esfuerzo, había fallado por no tomarme el tiempo de preguntarle qué le gustaba realmente. Así es como nos sentimos con nuestra campaña: habíamos apostado fuerte, pero sin hacer las preguntas correctas.

Una vez identificamos dónde estaba nuestro error, tuvimos que redirigir nuestra estrategia. Esta vez, nos enfocamos en LinkedIn y YouTube, creando contenido relevante para profesionales y empresarios. Invertimos en videos tutoriales detallados sobre cómo nuestro producto podía resolver problemas específicos en el día a día de sus negocios, y en artículos patrocinados que se alineaban con sus intereses. Básicamente, pasamos de ser el vendedor ambulante que ofrece lo que se le antoja, a ser el asesor confiable que escucha antes de recomendar una solución.

Y como era de esperar, los resultados empezaron a mejorar. Las visualizaciones de nuestros videos en YouTube aumentaron, y en LinkedIn recibimos comentarios y mensajes privados de personas interesadas en conocer más. De repente, empezamos a generar interacciones que realmente importaban: clientes potenciales que hacían preguntas, solicitaban demos y, finalmente, compraban.

Lo que aprendimos de esta experiencia fue que en el marketing, como en muchas áreas de la vida, no se trata solo de seguir las modas. Puedes tener el presupuesto más grande, el mensaje más creativo o el influencer más famoso, pero si no sabes a quién te estás dirigiendo, todo será en vano. Es como organizar una fiesta de disfraces en la que todos llegan vestidos de etiqueta. Por mucho que te hayas esforzado, si no estás alineado con lo que tu audiencia espera o necesita, te estarás dirigiendo al fracaso.

A nivel práctico, esta experiencia nos enseñó tres lecciones clave. Primero, nunca subestimes la importancia de investigar a tu público objetivo. ¿Qué les interesa? ¿Cómo consumen información? ¿Qué les molesta y qué les emociona? Segundo, no todos los canales de marketing son para todos los productos. La popularidad de una plataforma no garantiza que sea la adecuada para ti. A veces, las plataformas más serias, como LinkedIn o YouTube en nuestro caso, son las que realmente aportan valor. Y tercero, siempre ten un plan B. Si algo no está funcionando, no tengas miedo de recalibrar y probar nuevas estrategias. El marketing es dinámico, y el éxito no viene por seguir una fórmula estática.

La moraleja final es clara: conocer a tu público no es solo un paso más en el proceso, es el paso más importante. Si no sabes a quién le estás hablando, ¿cómo esperas que te escuchen? Y, sobre todo, ¿cómo esperas que te compren?

Así que, después de ese error costoso, aprendimos a hacerlo mejor. No se trataba solo de cuánto invertíamos en marketing, sino de hacerlo de manera inteligente. El éxito no está en gastar más, sino en gastar bien, en los canales correctos y para el público adecuado.

Y así, con un presupuesto mejor gestionado y un enfoque más centrado, recuperamos no solo nuestras ventas, sino también la confianza en nuestra estrategia. Porque, al final del día, el marketing es más que números y plataformas; es entender a las personas que están del otro lado y conectar con ellas de la manera correcta.