PRECIOS

Juan era el dueño de "ElectroMagia", una tienda de artículos electrónicos de última generación. Durante años, había logrado posicionarse como el lugar ideal para conseguir gadgets novedosos y tecnología de punta. Sin embargo, un día decidió que había llegado el momento de dar el gran salto: elevar sus precios y convertir su tienda en un negocio exclusivo. Su lógica era simple: si algo es caro, debe ser especial, ¿no?

 

Con gran entusiasmo, Juan cambió todas las etiquetas de precio. De repente, un simple cargador de celular pasó de costar 15 dólares a 150 dólares. Un audífono inalámbrico, que antes valía 50 dólares, ahora tenía un precio de 500 dólares. Juan estaba convencido de que los clientes reconocerían la calidad premium de su tienda y que estarían dispuestos a pagar precios exorbitantes por sus productos.

Lo que no esperaba era la reacción del público.

 

El primer cliente que entró a la tienda vio el precio de una funda de celular y soltó un grito de terror. "¡Esto cuesta más que mi teléfono!", exclamó, y salió corriendo como si hubiera visto un fantasma. Luego, entró una madre buscando un mouse para su hijo. Al ver el precio, su rostro se puso pálido, y con un temblor en la voz preguntó: "¿Este ratón viene con superpoderes?", antes de retirarse horrorizada.

 

La noticia se regó como pólvora. En cuestión de días, ElectroMagia se convirtió en la tienda más temida de la ciudad. Los clientes entraban por curiosidad y salían corriendo en estampida, como si hubieran visto el precio de un televisor y les hubiera dado un susto peor que una película de terror. El fenómeno era tan impactante que la tienda fue apodada "El Castillo del Horror Financiero".

 

Juan no entendía qué había salido mal. ¿No se supone que los precios altos hacían que los productos parecieran más valiosos? Un día, un viejo amigo, Pedro, decidió visitarlo. Después de recorrer la tienda y ver el precio de un simple cable USB, Pedro soltó una carcajada y le dijo: "Juan, los precios en tu tienda dan más miedo que un billete de lotería falso. Nadie quiere entrar a un lugar donde cada artículo es un susto asegurado".

 

Fue entonces cuando Juan comprendió su error. Había convertido su tienda en una atracción de terror, en lugar de un negocio confiable. Los clientes no estaban huyendo porque los productos fueran malos, sino porque los precios eran injustificables. Entonces, decidió implementar una estrategia de recuperación. Bajó los precios a un nivel razonable, ofreció descuentos especiales y se aseguró de que sus clientes sintieran que estaban obteniendo calidad sin tener que vender un riñón para pagar.

 

Con el tiempo, ElectroMagia recuperó su reputación y volvió a ser la tienda favorita de la comunidad. Juan aprendió que el valor no siempre se traduce en cifras astronómicas y que un precio excesivo puede espantar más que una historia de fantasmas. Desde entonces, su lema fue: "Tecnología increíble, precios sin sustos".