FEEDBACK

 La importancia del reconocimiento y la retroalimentación en el desarrollo de empleados

Trabajar con Javier, el jefe de la oficina de contabilidad, era una experiencia curiosa, por decir lo menos. A primera vista, era un tipo decente: siempre puntual, formal, y con una capacidad sobrehumana para manejar números como si fueran palabras en un crucigrama de domingo. Tenía una habilidad impresionante para llevar las cuentas, y su equipo trabajaba diligentemente bajo su mando. Sin embargo, Javier tenía una particularidad que lo hacía diferente de otros jefes: jamás, y esto es literal, jamás daba feedback.

En esa oficina, el equipo de contabilidad parecía una nave fantasma. Todos sabían lo que tenían que hacer, pero nadie sabía si lo estaban haciendo bien o mal. Los informes se entregaban a tiempo, las auditorías salían sin fallas, y el trabajo fluía… pero a puerta cerrada, el ambiente estaba cargado de incertidumbre. A veces, en las pausas para el café, los empleados hacían apuestas jocosas: “Hoy sí, hoy seguro nos dice algo”, decían con un tono irónico. Pero no, Javier seguía con su mirada fija en la pantalla, sin comentarios, sin gestos. Para él, el silencio era una señal de que todo estaba bien, pero para el equipo, ese silencio era un enigma imposible de descifrar.

El bol de los frutos secos: una metáfora perfecta

Un día, Laura, una de las analistas del equipo, llevó un bol de frutos secos a la oficina, y lo dejó en la mesa compartida como una especie de test. Cada vez que alguien tomaba un puñado, Laura preguntaba: “¿Qué te parecen? ¿Están buenos?”. Pero sin importar lo que respondieran, ella nunca hacía un gesto, ni cambiaba la expresión, ni siquiera un “gracias” por la respuesta. Solo asentía o seguía con su trabajo.

En menos de una semana, el bol de frutos secos quedó lleno de migajas y cáscaras. Nadie lo tocaba ya. Los primeros días fue un éxito, todos se servían con entusiasmo, comentaban la variedad o el sabor. Pero sin una sola palabra de Laura sobre lo que pensaba de sus opiniones o si iba a rellenar el bol, el interés se desvaneció. Al fin y al cabo, ¿por qué seguir tomando algo si no sabes si realmente vale la pena o si a la anfitriona le importa?

Ese bol vacío, convertido en un simple adorno de la mesa, era una metáfora clara de lo que sucedía en la oficina de Javier. Sin feedback ni reconocimiento, el entusiasmo del equipo comenzó a desvanecerse. El trabajo seguía fluyendo, pero la energía de los primeros días se fue apagando. El equipo cumplía, pero ya no había ese deseo de ir un poco más allá, de mejorar o innovar. Era como si el bol se hubiera quedado sin frutos, y todo lo que quedara fueran esas cáscaras que no aportaban mucho.

La importancia del feedback

El problema de Javier no era falta de liderazgo técnico, sino algo mucho más profundo: la falta de reconocimiento y la retroalimentación constante. Y este es un mal más común de lo que parece. Muchas veces, los jefes creen que, si no dicen nada, es porque todo está en orden. Sin embargo, para los empleados, el silencio puede ser peor que una crítica. ¿Por qué? Porque la incertidumbre genera desmotivación. Si no sabes si estás haciendo bien tu trabajo, eventualmente dejas de esforzarte, pierdes el impulso para mejorar.

A veces, el feedback no tiene que ser una gran evaluación o una reunión formal. Pequeños gestos, como un “¡Buen trabajo!” al pasar, pueden hacer una gran diferencia. Sin embargo, reconocer el esfuerzo no se trata solo de alabar lo positivo. El feedback constructivo es igual de importante. Si Javier hubiera sido un poco más comunicativo y hubiera señalado errores o áreas de mejora, su equipo no habría sentido que estaban navegando a ciegas.

La historia del cumpleaños olvidado

El clima de la oficina alcanzó su punto crítico el día del cumpleaños de Marcos, uno de los contadores más antiguos del equipo. Los compañeros decidieron organizarle una pequeña sorpresa: globos, una torta y un café extendido para celebrar. Todo estaba listo, menos un detalle: Javier no apareció. Cuando finalmente llegó a la oficina, con 20 minutos de retraso, el ambiente ya estaba enrarecido. “Ah, Marcos, feliz cumpleaños”, dijo secamente, y se encerró en su oficina. Nadie dijo nada, pero todos lo notaron. La torta se cortó, los globos quedaron allí, flotando como una muestra de lo que no debía pasar en una oficina.

Este episodio resume perfectamente la falta de reconocimiento de Javier. En el trabajo, al igual que en la vida, los pequeños detalles cuentan. No reconocer el esfuerzo, los logros o incluso los momentos personales de los empleados crea una desconexión emocional. El trabajo no es solo hacer tareas, es también sentirse valorado y parte de un equipo. Cuando un jefe no da feedback, los empleados se sienten invisibles, lo que tarde o temprano afecta la productividad y el ambiente laboral.

¿Por qué es importante el reconocimiento?

El reconocimiento en el trabajo es una forma de comunicación que refuerza el comportamiento positivo. Es más que solo una palmadita en la espalda; se trata de crear una cultura donde el esfuerzo y el logro son vistos y apreciados. En estudios de clima organizacional, los empleados que sienten que su trabajo es reconocido tienden a ser más productivos, tienen un mayor compromiso con la empresa y muestran una mejor disposición para colaborar.

Además, el reconocimiento genera confianza. Cuando un jefe reconoce el esfuerzo de un empleado, está creando un puente de comunicación. El empleado sabe que su trabajo no solo es visto, sino valorado, lo que lo motiva a seguir mejorando.

La retroalimentación como herramienta de crecimiento

El reconocimiento es solo una parte del feedback. La retroalimentación constructiva es igual de importante, ya que proporciona a los empleados una guía sobre cómo mejorar. Volviendo al caso de Javier, si hubiera sido más claro en señalar tanto los logros como las áreas de mejora, su equipo habría tenido una idea más clara de lo que se esperaba de ellos.

El feedback no siempre tiene que ser positivo. De hecho, los empleados valoran más la honestidad que los elogios vacíos. Sin embargo, es esencial que la crítica se presente de manera constructiva, con un enfoque en cómo mejorar, no en lo que se hizo mal. Esto refuerza una cultura de mejora continua en lugar de una cultura de miedo.

Conclusión: Javier y el bol vacío

Al final, la historia de Javier y su equipo es un recordatorio poderoso de lo que puede pasar cuando se ignora la importancia del feedback y el reconocimiento en el trabajo. Como el bol vacío de frutos secos, el entusiasmo de su equipo se desvaneció. Podrían haber sido mucho más productivos, creativos e involucrados si simplemente hubieran sabido si lo estaban haciendo bien o mal.

En el entorno laboral, los empleados no son máquinas que solo necesitan instrucciones para funcionar. Necesitan sentir que su esfuerzo tiene sentido, que lo que hacen tiene un impacto. Y para eso, el reconocimiento y la retroalimentación son clave. La lección aquí es simple: nunca subestimes el poder de una palabra de aliento o una corrección oportuna. En el trabajo, como en la vida, el silencio no es una estrategia efectiva para el éxito.

Así que la próxima vez que te encuentres en una posición de liderazgo, recuerda el bol de frutos secos de Laura y asegúrate de rellenarlo con feedback sincero y constante. Porque, al final, es el único modo de mantener a tu equipo motivado y comprometido.